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Olvidos

 

Allí estaba ella,

bailando desnuda

y tarareando

el compás de aquella canción

que, tantas veces,

bailamos juntos en el pasado.

 

Me acerqué, la tomé de la mano

y abrazados

bailamos juntos aquellos pasos.

 

Sentí el calor de su cuerpo,

el aroma de sus besos

y la dulzura de su abrazo.

 

Minutos más tarde,

detuvo su baile,

y me miró

con la misma mirada

vacía

con la que, últimamente,

suele mirarme.

Dubitativa,

me preguntó lo mismo

que, desde hace unos años,

suele preguntarme:

 

Y tú ¿quién eres?

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©Pacodecáceres

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Gotas sobre el agua

 

Algunas veces escribo

y, sobre el papel,

dejo resbalar mis escritos.

 

Versos sueltos,

palabras aisladas,

pequeñeces que van y vienen,

ideas que nacen del aire,

tontunas que me apetecen.

 

Ya sé que no son nada,

pero me agrada

la sensación

de verter

algunas gotas sobre el agua.

​

©Pacodecáceres

Soñando versos

 

Sigue soñando versos

y desdibujando rimas.

Que desciendan las palabras

desde el limbo a la tarima,

que se asomen a la vida

con el frescor de la mañana,

que se muevan entre líneas

desde la noche hasta el alba,

que maduren suavemente

bajo la tarde calma.

 

Sigue soñando versos

y desdibujando rimas.

Que escritos queden los poemas

que tus manos escriban.

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©Pacodecáceres

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Deseo de Navidad

 

¿Dónde quedaron las reuniones familiares?

¿Dónde aquellas charlas y algarabías?

¿Dónde aquellos gozos y sonrisas?

¿Dónde están los niños? ¿dónde?

Aquellos que gritaban de alegría.

 

Aquí estamos los que estamos.

Nada es lo que era. Lo que fue, se fue.

Estas fechas regresan impasibles

con sillas vacías alrededor de la mesa

y figuras destrozadas en el belén.

 

Aquí quedamos los que quedamos,

rodeando nuestro espacio de vacío,

consumiendo nuestras horas de nostalgia,

recordando los momentos del pasado

y simulando que vivimos todavía.

 

Aquí estamos los que quedamos,

añorando las antiguas amistades,

suspirando un abrazo de consuelo,

y deseando unas gotas de felicidad

y un beso de cariño en navidades.

​

©Pacodecáceres

Sé tú

 

No dejes que aquello que los demás quieran para ti,

te aleje de tus intenciones.

No dejes que lo que los demás piensen sobre ti,

te impida ser tú mismo.

No dejes que la idea que los demás tengan de ti

condicione tus actos.

No dejes que lo que tu creas que los demás creen,

paralice tus acciones.

 

No permitas que nadie decida por ti,

saborea sus consejos

pero disfruta tus decisiones.

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©Pacodecáceres

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Almíbar y quinina

 

Aunque gasto barba,

nevada y mustia,

de cuarenta años,

de vez en cuando,

me gusta rememorar

el meloso dulzor

del almíbar en mis labios;

porque me ayuda a olvidar

el amargo sabor de la quinina,

con la que comparto

los malos tragos

que la vida me viene regalando.

​

©Pacodecáceres

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​

Almíbar y quinina:

vídeo poema en el  siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=EFcNe7L9PVw

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Al borde de la noche

 

El brillo de tus ojos y el calor de tu sonrisa

me indicaron el camino.

Bajo el cálido centelleo de las estrellas,

entre besos, abrazos y caricias,

se aceleraron nuestros corazones,

y allí, al borde de la noche,

se confundieron las sombras

con el sabor del deseo,

y nos amamos.

Nos amamos,

encarecidamente,

hasta que la luz del alba

iluminó la desnudez de nuestros cuerpos.

​

©Pacodecáceres

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vídeo poema en el  siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=WDxvsETxETc

Ver correr el agua

 

Llueve en la calle. Llueve,

y el suelo se encharca,

dejando pozas cristalinas

con las lágrimas del agua.

 

Desde la ventana, una niña

con ojos verde esmeralda,

ve correr el agua y la mira

con el alma llena de ansia.

 

Desde los ojos de la niña

una mirada de esperanza

y sueña con pisar el agua

con los pasos de una danza.

 

La niña mira y remira

a través de la ventana,

desde su silla de ruedas

ve como corre el agua.

 

La niña corre que corre,

corre que corre sin pausa

La niña salta que salta,

sobre los charcos de agua.

​

©Pacodecáceres

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Abismo

 

Desde la cima del columpio,

no te asomes al abismo,

no sea que te caigas, mi niña.

 

Sonríe, desde tu cielo,

desde tu mundo pequeño,

desde tu dulce de caramelo,

pero no te caigas nunca

de la inocencia del sueño,

porque es muy duro el suelo.

​

©Pacodecáceres

​

Hombre

(A Don Miguel de Unamuno)

 

​

Huesos y carne.

Hombre.

 

Nacer, comer, beber.

Vivir.

 

Reír, dormir, sufrir.

Vivir.

 

Amar, pensar, soñar.

Vivir.

 

Y morir,

sin duda, morir.

 

Ése, y no otro,

es el hombre

que llevamos dentro.

El que nace,

vive

y muere.

​

©Pacodecáceres

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En el silencio de la noche

​

En el silencio de la noche

me abordan tus recuerdos

y vuelvo a sentir tu perfume,

tu mirada,

tus caricias

y tus besos.

​

©Pacodecáceres

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Inspiración 

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Es la mancha de pintura

que llora entusiasmada

tras la primera pincelada

aplicada sobre el lienzo.

 

Es el arrebato con el que vuela

la esquirla tras el primer golpe

sobre el cincel que modela

la figura de piedra.

 

Es la nota entusiasmada

que flota en el aire

cuando una mano sabia

rasca las cuerdas

de una guitarra afinada.

 

Es la chispa

que enciende el primer verso

y no te deja descansar

hasta que el poema

se consume en su propio fuego.

​

©Pacodecáceres

​

Estrella 

​

Desde la quietud del silencio,

tus rayos se manifiestan

y alcanzo a ver su resplandor

en la distancia que nos aleja.

 

Mis brazos no te abrazan,

mis labios no te besan,

mis ojos consiguen mirarte

pero los tuyos no lo aprecian.

 

Por el brillo de tus destellos

y lejanía de tu presencia,

sea cual sea tu nombre

deberías llamarte Estrella.

​

©Pacodecáceres

​

Células

 

Somos células que se dividen,

se multiplican

y crecen.

 

¡Pobres animales pluricelulares!

Material genético, cromosomas.

El ADN dice el cómo, y nacemos

con cabeza, tronco y extremidades.

 

Gracias, cabeza, por concedernos

imitar a los nuestros

y convertirnos en personas,

con nuestras grandezas y limitaciones,

con nuestras perfecciones y defectos,

con nuestras mentiras y verdades.

 

Gracias, extremidades,

por tolerar que nos movamos.

Gracias a vosotras,

vamos y venimos.

Recorremos los caminos.

Luchamos y nos matamos

(algunas veces nos queremos,

pero esa es otra historia).

 

Entre idas y venidas

se nos pasa el tiempo

y la vida.

 

No siendo más que polvo en la vereda

creemos ser la luz del firmamento.

 

Olvidamos que sólo somos células

que mueren cada día,

a miles de millares,

y, mientras mueren,

nos arrastran, en el morir, con ellas.

 

Sin pedirlo, nacimos.

Y aquí estamos,

como células que somos,

muriendo lentamente cada día.

​

©Pacodecáceres

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La fotografía

 

He vuelto a ver tu fotografía

y he dejado que mis ojos se recrearan

paseando los rincones de tu ser.

 

He dejado volar la imaginación

y he creído sentir el palpitar, angustiado,

de tu corazón mientras riega de deseos

las venas de tu cuerpo.

 

He querido creer que me mirabas, dulcemente,

implorando que me acercara hasta ti

con el calor de mis caricias.

He querido soñar que me encontraba a tu lado

y que mis manos,

arrastrando multitud de deseos contenidos,

se deslizaban suavemente

desde tus pechos a tus caderas.

 

He querido sentir mis labios deshacerse a besos

en las laderas de tus piernas

y he creído notar que brotaba en ti,

una llamarada de pasión

desbordada de gemidos.

 

Sí, es cierto. Al ver tu fotografía

he querido encontrar un mundo nuevo

más allá de mis conocidas fronteras.

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©Pacodecáceres

​

Necesitaré

 

Cuando mi corazón palpite

acongojado

necesitaré que escuches

el sonido de mis lágrimas

resbalar por mis costados.

 

Cuando mis suspiros queden

atrapados

necesitaré que liberes

el aliento de los pesares

de mi pecho, desbocados.

 

Cuando mi llanto brote

trastornado

necesitaré que ilumines

la niebla de mis sollozos

y la senda de mis pasos.

​

©Pacodecáceres

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No te equivoques

 

No te equivoques, 
seas como seas 
y creas lo que creas,
para los demás,
eres lo que pareces ser.

​

©Pacodecáceres

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​

La herida

 

No le dolió la herida

por la que brotaba sangre,

le dolió la herida

que sangraba humillación.

 

La herida sangrante

cicatrizó en pocos días,

la herida de la humillación

nunca llegó a cerrarse.

​

©Pacodecáceres

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